lunes, 1 de agosto de 2011

v.5

Es como una patada en la cara, un bajón del autoestima, cuando se te caen los párpados mientras te sientas en la orilla de la pequeña cala que encontramos el año pasado. El tiempo se nos para, pero la marea sigue subiendo hasta que el agua ya te llega a la cintura. Mientras observo la escena pienso en que si yo fuese tu, ya hubiese ayudado al mar a subir con mis lágrimas, pero tu no lo haces. Levantas la mirada y te tuerces para mirarme, recordándome que sabes que sigo ahí, porque incluso a mi me parece que soy uno de esos narradores omniscientes que lo ven todo, lo saben todo, pero son transparentes, no dejan verse, o no existen.
Sin darme cuenta, he dejado que mis piernas me lleven hasta donde tu te encuentras, y sin apenas percibir lo fría que esta el agua me siento a tu lado, y en lugar de mirarte, busco con mis ojos el lugar en el que se posan los tuyos, pero no encuentro nada nuevo allí. Seguramente se debe a que es imposible que yo me pueda sentir igual, mis recuerdos pueden repetirse y allí estaran las mismas personas, con nuevos peinados, ropa e incluso sus formas de ser pueden haber cambiado, pero ahora en los tuyos hay alguien más que no podrá volver a hacernos ahogadillas en el mar, o que no podrá volver a perseguirnos por la playa con algas, porque sabe que no podíamos ni verlas cuando compartíamos el mismo lugar en la playa cuando éramos pequeños. Ninguno de los muchos que nos han dejado este año va a volver para ocupar futuros recuerdos, pero los dos sabemos que algunos han dejado más hueco que otros.
Tras esta breve divagación, o pensamiento interior, me doy cuenta de que la marea ha seguido subiendo y de que por unos momentos he visto lo que tú, y, a decir verdad, ahora mismo necesito tanto que me abraces que te abrazo yo a ti, y me miras, y sonríes, y con eso ya sé que sabes que siempre voy a estar ahí.

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