miércoles, 27 de junio de 2012

Hoy es así

T, a veces te quiero matar. No me importa si ahora no ocurre nada, nunca ocurre, ni para bien ni para mal, ni para mi ni para ti. Yo acabo perdida entre mi marabunda de ideas y tú entre mujeres de una sola noche. Deberíamos cambiar los papeles por esta vez. Voy a meterme en tu cama llena de los tórridos susurros que recibes cada noche y que inundan tu mente dejándola en blanco y voy a contagiarme para ser como tú, para así no poder quererte hasta que te marches. T, a veces te quiero besar. Cuando me miras cambia tu expresión y pareces haber sufrido el gran cambio. Me gusta saber que soy yo quien puede hacerte olvidar el mundo del que continuamente intentamos huír, y T, a veces te quiero. Sin más. Pero es que nos dura lo mismo que una canción.

martes, 19 de junio de 2012

Quiero jugar, y no es mentira

Entra T con algún tipo de sonrisa de esas que contagian, pero ya hace algún tiempo o algunos años que no consigue hacerme efecto. Después de un rato de respuestas en monosílabos y carentes de los sentimientos escondidos que antes podían percibirse incluso en los simples "hola", T dice que ha vuelto por algo, que no son sin sentido todas esas historias de guerra en las que mueren los buenos y las buenas intenciones. Ah, y que ha dejado de fumar. Empiezo a sentir que soy un elemento que sobra en esa conversación, como las televisiones en los dormitorios cuando duermen en ellas dos personas. Bueno, duermen...
-Tienes que volver -dice T, y asaltan mi cabeza unas mil y cuatro ideas.
Le pregunto, ya con cierto interés por el tema, por qué debería pisar de nuevo ese lugar, y sin contestar a mi pregunta, T empieza a enumerar situaciones pasadas que a mí me resultan familiares. Mucho. Tanto que alguna duele. T lo sabe y para. Escoge otra sonrisa del amplio abanico de ellas que posee, y me miente como no sabe hacerlo nadie más, de modo que casi no me importa que lo haga. Miénteme T. Me miente y me dice que me echa de menos. Yo también le miento y le digo que hace mucho que nadie me hace estremecer como él. Nos mentimos y nos gusta. Después de decirnos esto, ya nada más queda que callarme, poner mis dedos sobre tu cuello y decirte al oído algo que te encanta. Pero no te confundas, T, todo es mentira. Ya nunca me acuerdo de ti, hasta que apareces con ganas de jugar.