jueves, 27 de octubre de 2011

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Sentada en cama, completamente inmersa entre los cientos de hojas que pasean la historia de dos personajes no ya tan extraños mientras oye cómo la lluvia golpea fuertemente los cristales, no es consciente de que el frío ha empezado a deslizarse por sus piernas porque al llegar a casa después de un largo baño sobre la lluvia dejó los pantalones sobre una silla y con la absorción que le produjo un primer pensamiento sobre cómo eran ahora las cosas, olvidó que correteaba vestida con una camiseta blanca larga y labios color de rojo hasta el piso superior, las gafas sujetando el pelo recogido por una goma la cual cayó en el primer o último escalón, y libro en mano.  Y se sentó, y hasta ahora, que le han saludado las cosquillas, los labios un poco menos rojos en el espejo, y el libro cerrado junto a ella, que en breves ocupará su lugar junto a los cientos de semejantes que tiene en las estanterías que invaden las paredes. Piensa en todas las palabras mezcladas que acaba de asimilar, intenta darles un sentido, o quizás aplicarles algún tipo de relación con su lío de cables. Se pregunta si dejaría irse de su vida a los sueños, los abrazos, o a quien los ha hecho, para sentirse un poco más responsable. Decide que no. Finalmente no, y con este pensamiento lo que ha dejado escapar ha sido una leve sonrisa entre los labios, menos rojos todavía, pero no la ha visto nadie.

1 comentario:

  1. Me encanta, lo sabes! ;)
    He vuelto a abrir el blog... aun no se muy bien por que...

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